6/13/2005

¿Se debe permitir el matrimonio entre católicos?

(Sacado de http://www.psicobyte.com/?modo=comentarios&codigo=20041018200200)
Estoy completamente a favor del permitir el matrimonio entre católicos.
Me parece una injusticia y un error tratar de impedirselo.
El catolicismo no es una enfermedad. Los católicos, pese a que a muchos no les gusten o les parezcan extraños, son personas normales y deben poseer los mismos derechos que los demás, como si fueran, por ejemplo, informáticos u homosexuales.
Soy consciente de que muchos comportamientos y rasgos de caracter de las personas católicas, como su actitud casi enfermiza hacia el sexo, pueden parecernos extraños a los demás. Sé que incluso, a veces, podrían esgrimirse argumentos de salubridad pública, como su peligroso y deliberado rechazo a los preservativos. Sé también que muchas de sus costumbres, como la exhibición pública de imágenes de torturados, pueden incomodar a algunos.
Pero esto, además de ser más una imagen mediática que una realidad, no es razón para impedirles el ejercicio del matrimonio.
Algunos podrían argumentar que un matrimonio entre católicos no es un matrimonio real, porque para ellos es un ritual y un precepto religioso ante su dios, en lugar de una unión entre dos personas. También, dado que los hijos fuera del matrimonio están gravemente condenados por la iglesia, algunos podrían considerar que permitir que los católicos se casen incrementará el número de matrimonios por "el qué dirán" o por la simple búsqueda de sexo (prohibido por su religión fuera del matrimonio), incrementando con ello la violencia en el hogar y las familias desestrucuturadas. Pero hay que recordar que esto no es algo que ocurra sólo en las familas católicas y que, dado que no podemos meternos en la cabeza de los demás, no debemos juzgar sus motivaciones.
Por otro lado, el decir que eso no es matrimonio y que debería ser llamado de otra forma, no es más que una forma un tanto ruín de desviar el debate a cuestiones semánticas que no vienen al caso: Aunque sea entre católicos, un matrimonio es un matrimonio, y una familia es una familia.
Y con esta alusión a la familia paso a otro tema candente del que mi opinión, espero, no resulte demasiado radical: También estoy a favor de permitir que los católicos adopten hijos.
Algunos se escandalizarán ante una afirmación de este tipo. Es probable que alguno responda con exclamaciones del tipo de "¿Católicos adoptando hijos? ¡Esos niños podrían hacerse católicos!".
Veo ese tipo de críticas y respondo: Si bién es cierto que los hijos de católicos tienen mucha mayor problabilidad de convertirse a su vez en católicos (al contrario que, por ejemplo, ocurre en la informática o la homosexualidad), ya he argumentado antes que los católicos son personas como los demás.
Pese a las opiniones de algunos y a los indicios, no hay pruebas evidentes de que unos padres católicos estén peor preparados para educar a un hijo, ni de que el ambiente religiosamente sesgado de un hogar católico sea una influencia negativa para el niño. Además, los tribunales de adopción juzgan cada caso individualmente, y es precisamente su labor determinar la idoneidad de los padres.
En definitiva, y pese a las opiniones de algunos sectores, creo que debería permitirseles también a los católicos tanto el matrimonio como la adopción.
Exactamente igual que a los informáticos y a los homosexuales.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es un buen momento para explicar el requisito de la suficiencia como constitutivo del amor.

¿Cuáles son los rasgos esenciales e irrenunciables del amor, por los que se sobrepone al resto de afectos? Debo insistir:

1) Lo principal en él es que se pretenda perpetuo, no sólo provisional o indefinido en el tiempo, pues en este caso significa que es y no es, que se afirma y se niega. Como el Ser de Parménides, el amor no puede mudarse en su opuesto ni estar sometido a volubles contingencias.

2) Acto seguido se exige la intención de reciprocidad, la cual distingue el verdadero amor de la instrumentalización. Como es obvio, se puede sentir un deseo por cualquier ser inanimado, pero es un deseo que une sólo unilateralmente, un "amor" imperfecto "ab initio" y, por consiguiente, falso desde el momento en que es concebido como tal.

3) Por último está la suficiencia, que presupone la reciprocidad. ¿Por qué? Porque toda acción tiene un sujeto y -al menos- un objeto. Ahora bien, en las acciones recíprocas el sujeto deviene objeto y el objeto sujeto al mismo tiempo. Con todo, si bien se admite sin problemas que no puede haber más de un sujeto en una acción, no obstante se podría replicar que sí es posible que aparezca más de un objeto comprendido en la acción del primero.

Sin embargo, eso no sirve para las acciones recíprocas, entre las que el amor se encuentra (por el punto 2). Demuéstrase: si A pudiese amar a B, C y D en conjunto, habría una acción; pero si B, C y D amaran recíprocamente a A, habría tres acciones más, susceptibles de tres regulaciones jurídicas aisladas. Y si sólo uno de los tres ama, la reciprocidad es incompleta.

Entonces el dilema en que nos encontramos es que o bien el amor de A es insuficiente, ya que no es correspondido en su totalidad, o bien lo es porque no puede corresponder igualmente, esto es, con una sola acción, a tres objetos distintos, B, C y D.

Una situación así imposibilita la unidad del amor, al fragmentarlo y dividirlo en focos que, lejos de complementarse, pugnan entre ellos. A diferencia del amor familiar, individualizado, el amor erótico que se plantee desde la insuficiencia es desindividualizador, atomizante.

Lo único que distingue el amor erótico, incluso el platónico, del amor espiritual que puedan tener dos amigos o el carnal-espiritual dado entre dos parientes es que el primero no admite separación sin trauma, mientras que los segundos sí. Es decir, no damos una amistad por terminada tras años de incomunicación, pero si el amor erótico no se renueva o actualiza, perece, y lo hace siempre de forma dolorosa.

Esto se aplica a las uniones entre homosexuales, que no están basadas en el amor, entiéndase: que no pueden perpetuarse en lo carnal, siendo carnales, por lo que incumplen la voluntad de perpetuidad; o que, en cualquier otro caso, lo hacen de forma no autónoma, recurriendo a la adopción, con lo que incumplen el principio de suficiencia.

Se explica: no basta con que dos homosexuales se amen para obtener un hijo: también deben amar ese "hijo" antes de lograrlo, que es una criatura ya existente. Amarán, por tanto, a su cónyuge y a su adoptado en un mismo acto, con el riesgo de confusión y pederastia que eso supone.

Es más, si pudiesen engendrar dos hombres solos o dos mujeres solas, entonces ya no serían hombres ni mujeres, habida cuenta de que éstos se definen ante todo por su genitalidad.

Se concluye que el amor homosexual con relaciones carnales es imposible, amén de desviado y socialmente nocivo. Conceder derechos extras a este respecto carece de justificación.

Saludos.

Daniel.


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